sábado, 8 de mayo de 2010

Empezamos con una anécdota...

Esta historia tiene que ver con el cambio que se produjo, allá por el siglo XVIII, en la forma de ver y comprender el uso del mueble. Por primera vez unidas de la mano comodidad y lujo, se desarrolla un completo repertorio de tipos de mueble para los más variados fines. Mullidas butacas que aún hoy en día hacen las delicias de tardes de lecturas y confidencias...


Pareja de sillas Luis XV, tapizadas en petit point.
Por fin se le permitía al cuerpo humano relajarse y liberarse, -aunque sólo fuese en la intimidad-, de los convencionalismos que lo encorsetaban.

La anécdota que os quiero contar, relata el momento en el que se le pregunta a una de las hijas solteras de Luis XV, por qué no había entrado en un convento como su hermana doña Luisa, a lo que ella respondió con esta encantadora frase:
"C´est un fauteuil qui me perd" ("Es un sillón lo que me pierde").

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