domingo, 27 de abril de 2014

Restauración de una caja de Tea. Breve historia de las cajas en Canarias.

Hola amigos, espero que hayan tenido una feliz Semana Santa. Yo pude tomarme unos días de descanso y me siento como Popeye... ¡tras comer una de esas latas de espinacas!.

Quiero hablaros uno de los últimos trabajos del taller; se trata de una caja de tea, proveniente de la isla de La Palma y que podemos fechar (hasta donde sabemos*) a finales del s. XIX.

*La explicación de "hasta donde sabemos", es que la antigüedad de esta tipología de mueble puede remontarse hasta la Conquista de Canarias, finales del s.XV- principios del s.XVI, y generalmente estas cajas, arcones o baúles, se heredaban, generación tras generación, y o bien permanecían en los salones de las casas cuando su aspecto era más rico, o bien acababan en las bodegas o en los cuartos de apero, cuando su aspecto era más humilde. En la mayor parte de los casos, sabemos de su antigüedad por la tradición oral: el nieto que la hereda y decide restaurarla, porque la abuela la tenía en su habitación para guardar las sábanas, o las mantas... Por supuesto, hay otras formas científicas que nos ayudarían a datar con mucha más fiabilidad, pero cuando tratamos con clientes privados, tenemos el problema del presupuesto, y esto hace que tengamos que escatimar en gastos. Así que, en estos casos, nos basamos en lo que el cliente nos puede contar acerca del mueble en cuestión, de lo que el mueble en cuestión nos cuenta sobre sí mismo (que suele ser mucho...aspecto de la madera, tipo de ensambles, clavos, herrajes, etc.) y de nuestros conocimientos en historia del mueble.

Antes de mostraros la restauración de esta pieza en sí, me gustaría hablarles de la historia de estos muebles tan populares y queridos en Canarias, y para ello tenemos que remontarnos al origen de las arcas y cajas. Estas piezas se encuadran dentro de la tipología de muebles de guardar.

Arca mudejar taraceada, primer cuarto s.XVI
Es uno de los primeros muebles usados por la humanidad. Sabemos por los restos y evidencias halladas, que ya los egipcios, griegos y romanos guardaban sus enseres en arcas, aunque no sea frecuente encontrar referencias en los libros de arte porque sus formas fuesen muy simples. Hemos de tener en cuenta que las primeras evidencias de armarios las encontramos en época helenística, y su uso más probable era el de la conservación de libros o el almacenamiento de la vajilla. Así pues, era el arcón el que se usaba para guardar la ropa y elementos textiles entre otros enseres.

Arcón francés, finales s.XV
Ya en época medieval, encontramos que el arcón es el mueble más común, ya que servía para trasladar mercancías y para guardarlas en su destino. El hecho de que se usasen para ambos fines, da lugar a diferentes tipologías: el de tapa lisa, se usaba para almacenamientos fijos y solía tener patas, e incluso con más probabilidad estuviesen decorados (la riqueza de los adornos dependería de la clase social de su dueño); los usados para viajes, no tenían patas, lo que le aportaría mayor estabilidad, y su tapa era abovedada, lo que favorecía que corriese el agua, en caso de lluvias, o de temporal en los barcos.
Cassoni nupcial florentino, s.XV

Arca de novia alemana, s.XVI
En el s.XVI, se generaliza el uso del armario, y las arcas pasan a ocupar un lugar en el dormitorio, siendo generalmente el lugar en el que se guardaba en ajuar femenino (arcas de novia).


Si hablamos de la Historia del Mueble en España, el arca será el mueble más representativo, quedando relegada a ámbitos populares, cuando en el s.XVII surge la cómoda.

Solemos referirnos a este tipo de mueble de variadas maneras: arca, arcón, cofre, baúl, arquetas, arquillas (para las más pequeñas).

En Canarias las conocemos generalmente como cajas, arcones o cajas de cedro (aunque no esté fabricada en esta madera).
Caja de tea sobre sotobancos tallados

Como apuntaba anteriormente, esta tipología mobiliar llegó con toda probabilidad a Canarias tras la conquista, y serían del tipo de tapa abovedada (recordemos que eran las usadas para los viajes) y fabricadas con maderas poco comunes en Canarias.

Cerradura de escudo y lengüeta
Una vez se comienzan a fabricar en las islas, se usarán las maderas locales: tea, barbusano o cedro canario. Al trabajar con tea, siendo ésta una madera tan complicada de labrar, hubo que adaptar las formas constructivas, y así encontraremos que las cajas de tea son muy simples en sus formas y sin apenas motivos decorativos. Las cerraduras suelen ser de escudo y lengüeta.

Los orígenes de las cajas de cedro, sin embargo, no son tan fáciles de dilucidar. Muchos afirman que su procedencia es cubana, traídas pues a Canarias por los emigrantes que partieron a Cuba y posteriormente regresaron con estas piezas guardando sus pertenencias; las tapas curvas y las etiquetas distintivas que aún se conservan en algunos ejemplares, así lo atestigüan.
Caja de cedro sobre sotobancos tallados

Ensamble de diente de perro
Pero hay detalles que hacen que esta teoría se tambalee. Por un lado, en Cuba se las llama "cajas canarias", asegurándose que las traían los canarios emigrantes; por otro lado, el hecho de que las cajas de cedro estuviesen fabricadas con una madera de alta calidad y el complicado trabajo de sus ensambles exclusivamente decorativos (cola de milano ornamental o de diente de perro), no corresponde con la apariencia que solían tener los baúles de viaje, por lo general de inferior calidad, y mucho menos con la capacidad adquisitiva de un emigrante.

Así pues, hay otra hipótesis apuntada Mª Teresa Valle Quesada en su libro "El mueble tradicional en Gran Canaria", que me convence:

"Las cajas llegarían en su primer momento de la Península Ibérica, concretamente de Andalucía", donde eran muy comunes desde los s.XVI y XVII, "y de allí pasarían a Cuba, llevadas como cajas de viaje por los emigrantes de alto nivel económico. El modelo fue imitado e incorporado a las cajas de cedro fabricadas en Cuba, que luego se enviaban al Archipiélago cargadas principalmente de tabaco o cumpliendo la función de baúles de viaje de los emigrantes canarios que regresaban. Esta teoría podría justificar que en la actualidad se piensa en Canarias que tanto las cajas de cedro como su ensamble son de origen cubano".

Por último hablarles de un modelo, no muy común en Canarias: se trata de la caja con con tapa en forma de artesa invertida, que guarda muchas similitudes con modelos de cajas de las Azores. En Espacio Restaurata tenéis un ejemplo a la venta.


Pasemos ahora a hablar de nuestra caja. La que llegó al taller procedente de La Palma.


Se trata de una caja de tea, fabricada según las maneras comunes en Canarias:
  • sobriedad decorativa
  • tapa plana, lo que nos revela su uso doméstico.
  • sin patas (bancos o sotobancos).
  • cola de milano sencilla (al tratarse de tea sería imposible realizar un diente de perro)
  • no tiene escanillo (pequeño compartimento interior, más común en las cajas de cedro)
  • tapa rematada con guardapolvos (molduras).
  • la tapa se une al tablón trasero mediante goznes
  • la cerradura que presenta no es la original, que debió ser de escudo y lengüeta sencilla.
Al llegar al taller, presentaba un aspecto deplorable. Mucha suciedad acumulada, fruto de años de abandono; la parte de baja estaba bastante deteriorada debido al constante contacto con la humedad del suelo de la casa antigua donde se encontraba almacenada; numerosas roturas, grietas y pérdidas de madera.


La cerradura, había sido sustituida en algún momento por una interior (la de escudo y lengüeta es exterior) y al hacerlo, se deterioró la madera de la zona, por lo que la caja presenta un implante de madera de tea y una cerradura, de principios de s.XX. La cerradura no funciona y no se aporta llave.

Comenzamos la labor por una buena limpieza a base de agua y jabón neutro, ayudándonos de un estropajo de acero suave. La tea es una madera muy resistente y aunque la suciedad asusta bastante, en un par de jornadas la caja parecía otra.

Tras la limpieza comenzamos a consolidar la base, afectada por la humedad.
 ...Y rellenamos grietas importantes. Hay que tener en cuenta que se trata de una pieza tosca, y como tal debemos respetar sus nudos, oquecades propias de las madera, etc.
En este momento nos centramos en el arreglo de la cerradura, que aunque no era la original, decidimos conservar. Varias partes del mecanismo se habían partido, así que volvimos a remacharlas, y tras comprobar que funcionaban nos tocaba encontrar una llave apropiada. Por suerte no resultó una labor tan complicada, así que ahora sólo faltaba hacerle las muescas a la guarda (parte de la llave donde se encuentran los "dibujitos" que la hacen única y permiten encajar con el mecanismo de la cerradura).

Una vez seca la masilla, lijamos y enrasamos con el resto de la superficie. Teñimos con un tono pino-tea, para igualar el tono de la masilla con el de la madera, para corregir cualquier pequeña despigmentación en la madera y resaltar el color natural de la misma.

Y por último aplicamos el acabado, que en este caso va a ser a la encaústica: en un cazo ponemos cera de abejas y un poco de cera carnauba (al ser más dura, permite que el preparado tenga un poco más de cuerpo para rellenar posibles grietas y huequitos), cuando derrita añadimos tinte en polvo soluble en medio graso, que se asemeje al color de la madera que vamos a nutrir, apartamos del fuego y añadimos trementina para que la cera sea untuosa y no se nos cuartee.

La cera se aplica en caliente y cuando solidifique retiramos el exceso, ayudándonos por ejemplo con cuñas o tacos de madera, y pulimos para conseguir ese brillo tan cálido que sólo aporta la cera...

Y qué decir del tacto que proporciona tocar una madera como la tea encerada...

                            Y éste es el resultado tras pulir la cera y colocar la cerradura...
  Y ya colocada en su casita...

                   Como veis, hemos preservado la imagen tosca, propia de este tipo de piezas, pero le                                                     hemos devuelto funcionalidad y belleza.

           Próximamente, el proceso de restauración de un curioso reloj de finales del s.XIX

¡Un abrazo!
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